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Hoy era el primer sábado después de exámenes. Nadie me esperaba esta mañana, ni los crios, ni los apuntes… nada. Esperaba dormir. Tal vez, ahora que había acabado los exámenes y liberado algo de mi estrés, podría soñar algo agradable. Así estaba siendo cuando ha soñado mi despertador. No quería perder ese sueño, así que he vuelto a la cama tratando que no se me escabullese. Algo del todo imposible. Media hora después ya estaba desayunando por insistencia de mi padre. Pero lo que peor me ha sentado ha sido tener que oir a pesar de que no me lo ha dicho a mi: “levantándote a esta hora, las nueve y media, ¿que te va a dar tiempo a hacer?”

La verdad es que el día lo he empezado de mala leche, pero después, cuando estaba colgando algo de ropa para que se secase, he visto una pequeña arañita paseándose por ahí. Y lo cierto es que me he quedado un poco mirándola recordando algo. He sonreído por dentro. Y he decidido adoptar una superstición peculiar. Hoy seguro que es un gran día.